LA CIUDAD Y LOS PERROS ES LA NOVELA QUE HUBIESE QUERIDO ESCRIBIR

No suelo leer a Mario Vargas Llosa, al menos no lo leo con la misma frecuencia con que leo a otros autores. Creo que es una cuestión de principios, principios de sus novelas quiero decir. Hay algo en sus comienzos que hace que pierda el interés en la lectura. Aunque podría ser otra la razón, la verdad es que no lo sé.

No obstante, entre las no muchas novelas suyas que he leído, recuerdo con agrado algunas:  Los cuadernos de don Rigoberto, por ejemplo, y, sobre todo, La ciudad y los perros.

La ciudad y los perros es la novela que yo hubiese querido escribir. No estoy siendo pretencioso, el peruano es un escritor formidable, un genio de la literatura, y mi escritura es nada ante tamaña obra. Pero no puedo negar que esa es la novela que hubiese querido escribir yo alguna vez, esa y Los miserables, y Cien años de soledad, y El nombre de la rosa…

Pretensiones y bromas aparte, La ciudad y los perros es una de esas novelas escritas con tanta maestría que es casi imposible escribir una reseña objetiva, que no incurra en adulaciones o en frases hechas. La mayoría de las opiniones de lectores que se pueden encontrar en internet hacen alusión a la trama de la novela, a los abusos, la violencia y la falsa hombría que denuncia el autor con su portentosa obra. Todo eso es cierto, y digno de elogios, pero a mí me toca mucho más su formidable veracidad. Vargas Llosa construye una historia que el lector cree auténtica a pie juntillas, y lo hace de una manera inteligente, creada solo para un lector atento, ágil, que sea capaz de seguir la vorágine de la narración y que no se pierda con los saltos en las voces narrativas y los inesperados e impredecibles giros de perspectiva y de tiempo.

En el último capítulo Vargas Llosa se esmera en estos saltos que son todo menos alocados, poniéndolos de manifiesto prácticamente en cada línea. Pero a esas alturas al lector le resulta muy fácil seguir el violento ritmo del peruano.

Yo, que no suelo leer tanto como debería a Mario Vargas Llosa, he leído La ciudad y los perros en tres ocasiones, y en cada una de esas lecturas he vivido dentro de la novela hasta el punto de confundir una parte de mi propia historia personal (que se asemeja muchísimo a la trama de la novela) con las tribulaciones de El Poeta, El Boa, El Jaguar, y estoy absolutamente convencido de que en mi adolescencia conocí a El Esclavo, solo que en una vesión con el nombre de El Robó.

Por todo esto, La ciudad y los perros es una novela formidable, no solo por los temas que trata y por la denuncia tan potente que el escritor consigue con su historia, sino, y, sobre todo, por la manera en que está escrita, por la forma de narrar, y por el estilo con que el autor consigue que me muera de celos y de envidia por no haber sido yo capaz, ni de cerca, de escribir de una manera tan genial.

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