cuando cleopatra se volvió negra y perdió la personalidad
Pocos personajes han sido tan manipulados por la literatura y el cine, y por casi cualquier manifestación artística, como la reina de Egipto, Cleopatra. Descendiente de Ptolomeo I, general macedonio en las filas comandadas por Alejandro Magno, Cleopatra VII Philopator (69 – 30 a. C.) ha pasado a la memoria colectiva de nuestro tiempo, más que todo como una mujer de una belleza sublime y de una inteligencia superior. Según parece todos los que han escrito sobre la última representante de la dinastía ptolemaica coinciden en esto, desde los eruditos musulmanes, que escribieron después de la conquista árabe de Egipto alrededor del año 640 E.C. desarrollando una versión de la reina que la exponía, ante todo, como erudita y científica, filósofa y química talentosa; pasando por múltiples biógrafos, decenas de documentales, otro tanto de películas y cientos de tratados y estudios sobre la reina egipcia; hasta la reciente serie de Netflix, ‘Queen Cleopatra’ que da comienzo con estas palabras:
Cleopatra es en nuestros días un sinónimo de belleza, es cierto, pero también habrá que aceptar que fue, como destaca el blog Libros, Nocturnidad y Alevosía en su magnífica entrada sobre el libro Cleopatra. Biografía de una reina «Una líder erudita y visionaria cuyo objetivo fue siempre la preservación de su dinastía y de su reino, navegando en las turbulentas aguas de un mundo mediterráneo donde la contestación a una Roma omnímoda parecía imposible.»
El propio William Shakespeare ensarta la imagen de mujer valiente e impositiva en su obra Antonio y Cleopatra (1606–07) en donde abandona parte de la desaprobación de Plutarco permitiendo que su reina se convierta en una verdadera heroína:
Antonio y Cleopatra, fragmento:
ENOBARBO: Mataremos a las mujeres. Ya sabemos lo mortal que es para ellas un desaire. Padecer nuestra ausencia será su muerte.
ANTONIO: Tengo que irme.
ENOBARBO: En caso de necesidad, que se mueran las mujeres. Sería una pena abandonarlas por nada, pero si hay una causa importante, que no cuenten nada. Como tenga la menor noticia de esto, Cleopatra se nos va en el acto. Por mucho menos la he visto yo irse veinte veces. Será porque en ello hay un ardor que la hace amorosa: se va con mucha rapidez.
ANTONIO: Es más lista de lo que pensamos.
ENOBARBO: ¡Ah, no, señor! Sus emociones están hechas de la flor del amor puro. No podemos llamar vientos y lluvias a sus suspiros y sus lágrimas: son tempestades y tormentas mayores que las que anuncia el almanaque. Eso no es ser lista. Si lo es, ella trae la lluvia igual de bien que Júpiter.
ANTONIO: ¡Ojalá no la hubiera visto nunca!
ENOBARBO: Entonces te habrías quedado sin ver una gran obra maestra, y sin esta suerte menguaría tu fama de viajero.

Dicho todo esto caemos en la serie de Netflix que he mencionado antes, Queen Cleopatra y que es, en definitiva, la razón de esta entrada.
Se trata de una serie-documental en donde constantemente aparecen académicos que explican incidentes ocurridos en la vida de la reina y que, en mi opinión, es lo mejor que tiene. La producción de Netflix presenta una imagen física de la última de los Ptolomeo muy diferente de lo que hemos estado acostumbrados. No me refiero a la belleza del personaje porque, a fin de cuentas, esto es algo subjetivo y los estándares del primer siglo a. C. posiblemente fuesen muy distintos de los nuestros. Tampoco infiero que la actriz británica, Adele James, quien interpreta el personaje de Cleopatra carezca de belleza, por Dios, no he dicho eso. Aunque no creo que alguna vez se escriba sobre ella lo que se ha escrito una y mil veces sobre la belleza de la reina egipcia.

Photo by Adam Hills
Me refiero, eso sí, al color de la piel de Cleopatra que, aunque egipcia por nacimiento, según todas las fuentes, era griega por donde se mirara, aunque con un pequeño porcentaje de iraní. Puede que mi ignorancia sea mayor de lo que supongo, pero no consigo imaginar un griego helénico negro. No obstante, esa polémica se la dejo a quienes se interesan por esas cosas más que yo porque más que el asunto de la raza, me molesta el carácter del personaje.

La serie de Netflix muestra una Cleopatra debilucha e indecisa que en la mayoría de las escenas se proyecta en contradicción con la imagen de líder fuerte que podemos hacernos a partir de la explicación de los académicos que intervienen en el show y, por supuesto, con la imagen que nos hemos formado gracias a la vasta documentación que existe sobre la reina de Egipto.
Desafortunadamente Netflix nos trajo una serie con una Cleopatra sin personalidad en donde se narran sucesos ampliamente documentados y conocidos por cualquiera que se interese más o menos por esos temas, y en la que lo único “relevante” es lo inexacto de la tez y el cabello de la reina. El resultado final no es muy bueno, como era de esperar dadas las circunstancias.
En resumen, Queen Cleopatra, 2023 carece de contexto y personalidad y finalmente, carece de razón de ser, o de razón para haberse hecho.
