A principios de la pasada década yo cursaba una Maestría en Comunicación Masiva, en la Escuela de Periodismo de FIU y a diferencia de casi todos mis compañeros, no contaba con una base periodística de ningún tipo. No es de extrañar entonces, que las asignaturas que se alejaban del periodismo rígido y tradicional me resultaban muy atractivas. Tal era el caso de La prensa en el cine (creo que así se llamaba la clase). La impartía Mario Diament, un profesor que, además de saber todo sobre periodismo y de haber vivido en carne propia todas las posibles facetas de la profesión, es también escritor, exitoso dramaturgo y un asiduo consumidor de buen cine. Citizen Kane fue uno de los ensayos que tuve que desarrollar para esa clase.
Recientemente conseguí desbloquear un disco duro en donde almacenaba todo el material producido durante mis años de estudiante en FIU y he encontrado algunas cosas que me gustaría compartir con los lectores de Media Rueda.

Citizen Kane
Rubén Alfonso Jr.
MMC 5932-U01
Con su programa radial The War of the Worlds, el joven Orson Welles causó conmoción en Estados Unidos al hacer que quienes escuchaban la radio creyeran que estaban realmente bajo una invasión de extraterrestres. Welles tenía apenas 23 años y gracias a este sensacional debut, consiguió un contrato para tres películas con el estudio cinematográfico RKO. Sin embargo, solo uno de esos proyectos salió a la luz, Citizen Kane (1941).
Ciudadano Kane está basada y adaptada a partir de la vida de un magnate real de la prensa, William Randolph Hearst, razón por la que la visión que se da de la prensa en la pelí¬cula no podí¬a ser más cercana a la realidad. Welles se esforzó sin éxito por impedir que el guion llegara a manos de Hearst. Este utilizó entonces sus periódicos para arremeter contra la película y trató, también infructíferamente, de comprar el original para destruirlo. Sus periódicos jamás registraron el estreno del filme.
Randolph Hearst era conocido por utilizar los medios como instrumentos políticos. Un claro ejemplo de ello fue su publicación relacionada con la explosión del acorazado Maine en la bahía de La Habana en 1898. A pesar de que el dibujante enviado por Hearst a La Habana dijo no haber encontrado indicio alguno de hostilidad y le envió un telegrama: «Todo está en calma. No habrá guerra. Quiero volver», Hearts contestó en otro telegrama: «Usted facilite las ilustraciones que yo pondré la guerra.»
Dueño de uno de los más grandes imperios empresariales, Hearts poseyó un total de 28 periódicos con circulación nacional así como empresas editoriales, compañías y emisoras radiales y revistas tales como Cosmopolitan, Town and Country y Harper’s Bazaar. Fue además uno de los más grandes promotores de la «prensa amarilla», término que se originó durante la «batalla periodística» entre el diario New York World de Joseph Pulitzer y el New York Journal de William Randolph Hearst. Ambos periódicos fueron acusados, por otras publicaciones más serias, de magnificar cierta clase de noticias para aumentar las ventas y de pagar a los implicados para conseguir exclusivas. El periódico New York Press acuñó el término «periodismo amarillo», a principios de 1897, para describir el trabajo tanto de Pulitzer como de Hearst.
Tras fracasar en sus intentos de ser elegido gobernador del estado de Nueva York (1907) y alcalde de la ciudad homónima (1905 y 1909), Hearst se retiró a una mansión construida por él mismo y se dedicó a dirigir su imperio periodístico y a escribir guiones y producir películas para su amante, la actriz Marion Davies. Otra de las cosas por las que fue famoso fue por su compulsivo instinto de comprar y poseer cuantos objetos pudiera. Adquirió palacios (construyó un castillo de 240.000 acres en California) y obras de arte, muchas de las cuales nunca llegaban a salir de sus envoltorios.
Estos aspectos unen de manera muy estrecha a Hearst con el personaje creado por Orson Welles quien, al igual que el magnate de la vida real, usaba el mismo tipo de publicidad y periodismo amarillista. Kane, como Hearst, aspira a la presidencia y corre como gobernador de New York y construye un palacio en Florida al que da el nombre de “Xanadu” y luego repleta con obras de arte. En el aspecto sentimental tanto Hearst como Kane coinciden con gran evidencia: el primero mantiene una relación con la actriz silente Marion Davies, a quien le compra un estudio para promover sus películas, y el segundo se casa con la cantante Susan Alexander a quien le compra una casa de opera para promover su carrera.
Con pérdidas estimadas en 150.000 dólares, el estreno de Ciudadano Kane resultó en un fracaso total en taquilla. Algunos aseguran que esto fue debido a la complejidad del relato, muy superior a la práctica del cine clásico americano de aquellos tiempos, aunque no puede ignorarse la gran campaña de publicidad negativa generada por Hearst. Sin embargo, con el tiempo este filme se ha convertido en un símbolo dentro de la industria. Son muchos los directores que han destacado la madurez del relato cinematográfico y todas las listas sobre las diez mejores películas de la historia, incluyen infaliblemente a Ciudadano Kane.
Por su parte, los personajes de esta historia están muy bien pensados y por ende, concebidos. De acuerdo a José Luis Sánchez Noriega, Historia del Cine, 2002: los personajes de esta película son todos subsidiarios de Kane y, a su vez, éste parece definido por los otros personajes en sus diferentes facetas. Así es que, Susan Alexander, Thatcher, Emily, Bernstein, Lenard, Raymond, el propio Kane y hasta el factor distancia y desamor al hijo (que pudiera representar a la madre), todos ellos interrelacionan entre sí para representar la vida del protagónico, con sus caprichos y extraños patrones de conducta.
La caracterización y la interpretación de actores, en su mayoría muy jóvenes, que encarnan a personajes ancianos, es otro aspecto donde muchos analistas coinciden en que es uno de los grandes logros de este extraordinario filme. La película además consigue una excelente ambientación y fotografía, así como una majestuosa utilización de la profundidad de campo como procedimiento de montaje interno. De esta manera, Ciudadano Kane muestra escenas con enfoque total en todos sus planos, logrando que la imagen sea nítida tanto en el objeto más cercano a la cámara como en los que se encuentran a media distancia o incluso en el plano más alejado del objetivo.
Con esta película Welles utiliza muchos recursos que no dejan de ser admirables, sobre todo para la época en que se rueda el filme: Utiliza tomas en contrapicado para mostrar los techos y con ello lograr cierta veracidad o credibilidad, utiliza la técnica narrativa de retrospectiva con narración de un mismo suceso desde diferentes ángulos y hace un manejo extraordinario del personaje del periodista entrevistador, quien aparece todo el tiempo en penumbra en algún rincón de la pantalla, dando la espalda al espectador. Esta técnica logra una sutil identificación del espectador y una complicidad con la trama.
La temática de Ciudadano Kane es también una de las particularidades que hacen de esta película algo excepcional. El filme es una reflexión sobre la condición humana y la imposibilidad para explicarla. La propia estructura narrativa de la cinta pone de manifiesto dicha imposibilidad. Para esto, Welles utiliza una investigación fracasada sobre la vida de Kane, que por haber muerto carece de voz propia, lo que se expresa mediante el motivo de Rosebud. Aunque el periodista Thompson no consigue desentrañar el significado de esta palabra, el espectador llega a saber que se trata del nombre rotulado en el trineo de la niñez de Kane y con ello se sugiere que el misterio de este personaje es el deseo de recuperar la felicidad de la infancia y el afecto de la madre. Sin embargo, también cabe interpretar, así como lo hace Thompson, que una palabra no explica la vida de un hombre y, por tanto, permanece el misterio.
Es importante destacar que, de acuerdo a José Luis Sánchez Noriega en su libro Historia del Cine, la manipulación de Kane en el periodismo y la política, ponen de manifiesto la voluntad de poder. Esa voluntad imposibilita cualquier relación personal, de pareja o de amistad, y conduce irremediablemente a la soledad radical. Por su parte, la manipulación de la opinión pública y el amarillismo periodístico, junto a la corrupción en el ámbito político, vienen a conformar los dos temas secundarios con los que cuenta la historia y que hacen de ella, en conjunto, una extraordinaria pieza cinematográfica.