Lecturas de diciembre.

Diciembre fue un mes ajetreado para mí y, desafortunadamente, de muy pocas lecturas. Si a esto le sumamos que ya tenía decidido no continuar reseñando los libros malos que cayeran en mis manos (es casi seguro que también haya decidido por fin no terminar la lectura de esos libros malos), pues la lista del último mes del 2021 se reduce a un solo libro, pero ¡qué libro!

–       La ladrona de libros, de Markus Zusak

Dentro de las características a resaltar en esta magnífica novela —se deduce con esto que me ha gustado— la que ocupa el primer lugar es el narrador, o narradora. No recuerdo haber leído nunca antes un libro narrado por la Muerte. Pero no es solo eso, sino que, además, lo hace de manera excelente, en primera persona y con la maestría de los grandes en el oficio.  Luego viene el tema que aborda, o, mejor dicho, la manera en que aborda un tema del que se ha escrito infinidad de veces: el Holocausto. A diferencia de casi todo lo que se ha publicado sobre esta vergonzosa y cruel tragedia, La ladrona de libros narra los acontecimientos ocurridos durante aquellos años, principalmente desde la perspectiva de una niña alemana, huérfana y pobre, quien descubre, a la vez, el placer de la lectura y los horrores de la guerra.

Con una narración casi siempre ágil y dinámica, otras veces filosa y desgarradora, y las menos, algo lírica, el escritor australiano nos cuenta los sucesos a los que se enfrentan Liessel, sus padres adoptivos, y un puñado de sus amigos, mientras sobreviven en un barrio pobre de la Alemania nazi durante la segunda guerra mundial. 

Es destacable —he insinuado antes que varios factores son destacables— el recurso de flash-forward que utiliza el escritor. A diferencia del muy conocido flash-back, que nos muestra hechos ocurridos con anterioridad al momento en que se desarrolla la trama, el recurso utilizado por Markus Zusak muestra hechos que aún no han ocurrido. Esto es posible y creíble desde una perspectiva literaria, precisamente porque la historia la narra “alguien” que puede alardear de poseer conocimientos ajenos a la capacidad del hombre.  No obstante, a pesar de lo que cualquiera podría pensar, este recurso no merma intensidad en la narración ni arruina en absoluto el enigma y la tensión al desvelar lo que ocurrirá con algún personaje, un par de capítulos más adelante. Tan genial es la magia del escritor que, al lector, como a la propia Muerte, por momentos le interesa más la tensión en la sucesión de los acontecimientos que el desenlace final.

La Muerte no sabe “cómo un mismo hecho puede ser espléndido y terrible a la vez, y una misma palabra, dura y sublime”. Zusak les da respuesta a esas interrogantes con su novela, porque La ladrona de libros es eso, una historia espléndida y terrible, dura y sublime. Tanto es así que, después de haber saboreado cada una de sus páginas durante la lectura, corro a ver la película.

He de acotar que días después de haber escrito esta reseña vi la película. No escribiré aquí una valoración detallada del filme que, eso sí, consta con actuaciones extraordinarias a cargo de actores a los que le viene como un guante el mismo adjetivo. No obstante, la película no llega ni a los tobillos del libro.

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