Escritor en busca de editublicista

Escribir es elegir el destierro. Es aceptar que estamos solos, que a nadie importamos, más allá de los personajes que inventamos, y con frecuencia, ni a ellos. Encerrarse en una oficina, sentarse en el banco de un parque, en el asiento de un metro, y pulsar con demencia las teclas de un ordenador hasta conseguir parir un universo, casi siempre deforme, pero nuestro, es un suicidio.

Y, aun así, la mayoría de quienes lo hemos hecho una vez, estamos convencidos de que lo seguiremos haciendo por siempre.

Luego del parto, pulimos, sacamos brillo y corregimos defectos. Entonces mostramos nuestro feto a un puñado de amigos que nos dan una opinión, más o menos objetiva. Otra vez pulimos, sacamos brillo y corregimos antes de mostrar nuestra creatura a quienes sí saben. Estos, más despiadados que los primeros, nos dicen sin tapujos lo que está mal, lo que sobra, lo que afea. Nosotros, consagrados a lograr la perfección de nuestro engendro volvemos a pulir, a sacar brillo, a corregir.

Por fin podemos mostrar al mundo lo que hemos hecho y salimos a buscar a quien nos ayude en tal empresa.

¿Qué buscamos, editorial o publicista?

En estos maravillosos tiempos de internet y globalización cualquiera con algo de conocimiento o habilidad para realizar las búsquedas necesarias, puede contratar, de manera independiente, todos los servicios que ofrece una editorial: Informe de lectura, corrección ortotipográfica y de estilo, diseño de portada y contraportada, maquetación, ISBN, impresión y publicación en cualquier parte del mundo con impresión bajo demanda.

Entonces, ¿Por qué buscamos una editorial?

En realidad, lo que buscamos es a alguien que muestre al mundo lo que hemos hecho y, con ingenuidad, creemos que una editorial de auto publicación es ese alguien.

Este tipo de editoriales hace negocios con los autores, no con el publico lector. Cuando nuestro libro ha salido al mercado la editorial ya ha cobrado, nosotros no, y si no hacemos algo, todo terminará ahí y nuestro parto en solitario morirá en el olvido.

Con las editoriales tradicionales no sucede lo mismo. Estas, con frecuencia, si aceptan publicar nuestra obra, nos ofrecen un sustancioso adelanto en metálico antes de sacar el libro al mercado. Pero todos sabemos que estas editoriales son más elitistas que tradicionales en donde, como expresó el escritor Antonio Tocornal en su página de Facebook, hay que tener padrinos poderosos o miles de seguidores en redes si uno no quiere ser ninguneado por la élite.

Nos queda, entonces, los concursos literarios, aunque los más importantes, según parece y cuentan quienes saben, son tan elitistas como lo ya mencionado. No obstante, los concursos literarios son una buena alternativa que, con algo de suerte y siempre ofreciendo lo mejor que podamos crear, podrían convertirse en esa puerta hacia el gran público que tanto desea todo escritor.

Mientras eso sucede, nosotros, dedicados suicidas desterrados, seguiremos pariendo en solitario, puliendo, sacando brillo y corrigiendo errores. Continuaremos dejándonos esquilmar por editoriales piratas con la esperanza de que alguna de ellas sea el editublicista que buscamos.

Con suerte, la práctica del oficio nos convertirá en mejores escritores y tal vez, solo tal vez, algún día alguien nos descubra y crea en nuestra literatura tanto o más que nosotros mismos.

Entonces comenzaremos a escribir un nuevo capítulo.

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