Lecturas de Septiembre

Septiembre fue un mes movido en cuanto a lecturas. Siete fueron los títulos que leí durante ese tiempo y aquí les dejo mis comentarios sobre ellos por orden de lectura, no de preferencia, como se deducirá de las reseñas:

  • La sombra, de John Katzenbach.

El escritor norteamericano ya nos tiene acostumbrados (a todo el que lo ha leído más de una vez) a historias que atrapan y mantienen el pulso. La sombra no es una excepción. Stephen King señala en su libro, Mientras escribo, que Katzenbach presenta problemas en los diálogos. Yo, la verdad, no se lo noto casi, aunque si King lo dice debe ser cierto.

En general esta una novela de muy buen ritmo, con una trama de intrigas y una ambientación convincente (sobre todo para quienes conocemos bien la ciudad de Miami). Katzenbach es un maestro del thriller, de eso no quedan dudas. Una novela policiaca que disfruté y que recomiendo.

  • En defensa propia, de Mary Higgins Clark.

A diferencia del autor que mencioné antes, King cree que Higgins es excepcional en la construcción de diálogos y así lo deja plasmado en el mismo libro en el que habla de J.K. Sea como fuere, esta novela de la autora norteamericana, es extraordinaria. Una trama con intrigas y bastante atractiva a los amantes del género. Si acaso, por momento un poco lenta. Pero en general una muy buena novela negra que servirá de entretenimiento a cualquiera. Recomendada.

  • La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie, de Antonio Tocornal.

Por mucho esta fue mi lectura favorita del mes. De este escritor he leído todas las novelas que ha publicado que son cuatro, hasta donde yo sé. Esta es, según mi opinión una de las mejores que ha escrito (yo diría que comparte el primer lugar con Pájaros en un cielo de estaño, otra joyita). Se trata de una historia narrada en treinta y cuatro capítulos, que casi podrían haber sido treinta y cuatro cuentos perfectos y redondos, en los que un puñado de personajes estrambóticos sobrevive una bohemia parisina repleta de situaciones absurdas y alucinantes, pero tan reales como la vida misma. La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie es una novela honesta, entrañable y deliciosa que recomiendo sin la menor de las reservas.

  • Devoraluces, de Ángel Olgoso.

Este es un libro de relatos que a mí se me antojó más cercano a la poesía. Con una prosa detallada y muy precisa el autor hace alarde de lenguaje y oficio, haciendo que uno se convenza de que cada palabra y cada signo de puntuación fueron calculados y revisados en detalle hasta encontrar la perfección en la composición de las frases. Es un trabajo pulido, brillante.

  • El murmullo de las abejas, de Sofía Segovia.

No sé si la coincidencia sonora que encuentro entre el apellido de la autora y mi opinión sobre este libro sea casual o mal intencionado, pero a mí me pareció una novela que “agobia”. Melosa hasta la repugnancia, la historia de Simonopio y sus abejas no es más que un culebrón mejicano de media tarde. Habrá público para cosas así, por supuesto. Pero no soy yo. Lo siento por quienes aman esta novela, que no son pocos. Yo paso de ella y no se la recomiendo a nadie.

  • Los privilegios del ángel, de Dolores Redondo.

Este fue el primer trabajo publicado por la autora de la Trilogía del Baztan. Es, según creo, su trabajo menos acabado, aunque esto no signifique que se trate de una mala novela. Es solo que en este caso la novela queda muy floja en comparación con las otras que le suceden. Demasiada adjetivación, repeticiones y florituras innecesarias, además de una trama un poco endeble. No obstante, es bueno que, si les gusta esta autora, lean esta novela para que puedan comprobar la tremenda evolución que ha tenido su escritura.

  • Paula X y el ultimo policía de corazón puro, de Javier Joya Ponce. 

Las reseñas que había leído antes de comprar este libro lo alaban de manera superlativa y por ello esperaba encontrar una novelaza. En cambio, me he encontrado con una avalancha de cacofonías y onomatopeyas, aderezadas con casi cualquier error de estilo que pueda encontrarse en un libro. El tema que aborda, es bueno, y tiene sustancia, por supuesto. No obstante, el autor no sabe sacar provecho de ello y solo consigue que al leer la novela se tenga la impresión de que escribe por venganza o rabieta personal, sin tener en cuenta las reglas más elementales de la literatura. Hombre, que para resaltar que un personaje es un canalla existen infinidad de recursos que no tienen nada que ver con el mal uso de los signos de puntuación, las aliteraciones o el abuso de adjetivos, la mayoría de ellos peyorativos, para mayor desgracia. No se trata de cuestionar el lenguaje coloquial o barriobajero, se trata de cuestionar el abuso injustificado de ese lenguaje, el exceso de crudeza sin sentido y el mal gusto. Con eso se consigue el efecto contrario al que seguramente perseguía el autor. ¿Acaso nadie le ha dicho a este escritor eso de que en literatura decir menos es decir más? Por otro lado, la novela se anuncia como policiaca, pero en realidad no existe ninguna investigación policial en la trama, con excepción de una o dos escenas muy tímidas, todo lo demás se reduce a un matón desquiciado, un par de prostitutas con muy mala suerte y un puñado de pederastas. Todos ellos personajes incompletos, débiles, cansinos y planos. Paula X, más que una novela policiaca pareciera ser el borrador del guion de una película de bajo presupuesto de los años ochenta, estilo El vengador anónimo al que la vida le ha dado palos por todos lados y que además mata a sus anchas sin que se encuentre ningún tropiezo. Como decimos en mi país, un clavo de los peores. Lo siento, pero eso no es literatura.


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