Cada mes les comparto mi opinión —de lector— sobre los libros que leo, y julio no será la excepción. Me dispongo, esta vez con cierta premura, a desvelar los pros y los contras, según lo veo yo, de cinco libros, o, mejor dicho, de cuatro, porque este mes releí El conde de Montecristo y de esa joyita no seré yo quien se atreva a agregar algo a estas alturas.
Empiezo la lista con un libro que me ha sorprendido y que me ha dado mucho placer leer: Las noventa habanas, de Dainerys Machado Vento. Se trata de un grupo de buenos relatos, algunos de ellos extraordinarios, en los que se narran, siempre desde el punto de vista de una mujer, hechos que tienen lugar en la capital cubana. En internet se puede encontrar algunas reseñas sobre este libro, siempre aludiendo al tema político, aun cuando insistan en que no es así. Yo prefiero hacer una lectura diferente de estos relatos. Para mí, más que cualquier otra cosa, este es un libro lleno de valentía y honestidad, algo que escasea entre los escritores de nuestro tiempo.
Son historias de niñas, adolescentes y adultas que, por momentos desgarran, mientras te arrancan una sonrisa, paradoja tan cotidiana en la realidad de mi país. Repito que se trata de un libro que desborda honestidad y que recomiendo cien por cien por lo descarnado, sincero y bien escrito. No se arrepentirán.
El segundo lugar de esta lista le corresponde a La desaparición de Stephanie Mailer, de Joël Dicker. Como suele ocurrir con las novelas de Dicker, la trama da giros en dos o más líneas temporales y propone un misterio a descubrir. Es una buena novela, sin embargo, debo reconocer que es la que menos me ha gustado de las tres o cuatro que he leído de este autor. Tal vez la culpa de ello recaiga un poco en su enorme extensión, aunque sospecho que hay algo más detrás de mi valoración. El final, por ejemplo, me pareció poco creíble. A pesar de ello, repito que es una buena novela, como todas las del autor sueco. Si se tiene paciencia y buena disciplina de lector, puede ser una buena elección. No obstante, si nunca antes has leído nada de Dicker, te recomiendo que empieces por otros títulos y dejes este para más adelante, cuando ya te hayas formado una opinión sobre el escritor.
Luego vino Rey Blanco, de Juan Gómez Jurado. Al parecer esta es la última —o la más reciente— entrega de la saga de Antonia Scott y Jon Gutiérrez, los personajes que se ha inventado el escritor madrileño, y que incluye los títulos Reyna Roja y Loba Negra. Libros que yo no he leído. La novela es entretenida, con muchísima acción desde el comienzo y con un lenguaje bastante bien cuidado, gracias al dios de la escritura, quien quiera que sea. El autor recurre a varios trucos del cine de acción de Hollywood, con lo cual crea un ritmo ágil, aunque demasiado comercial. Esta no será una «novela para recordar» o cuestionarnos ningún aspecto de nuestra existencia; aunque sí para disfrutar y entretenernos. Si te gusta el suspenso, la acción y el ritmo acelerado en la lectura, esta podría ser una excelente opción.
He dejado para el final la novela que he calificado como revelación del mes, Isla de la juventud pinos, de Yunior Santana y Gilberto Reyes. No conozco a Santana de nada, ni de su obra, que consta de tres novelas, según creo; ni de ninguna otra cosa. A Gilberto, en cambio, lo conozco desde hace más de veinte años, cuando, en horas de trabajo y bajo seudónimo para que mi jefa de entonces no me descubriera, entraba en el grupo de chat del programa radial más famoso de la radio de Miami y participaba de las locuras que se inventaban Los fonomemecos. A Reyes lo he visto en diferentes facetas: en su carrera profesional como actor de tv, teatro y cine. También lo conozco como locutor de radio, conductor de un show estelar en la televisión, empresario, anfitrión y amigo, entre otras cosas. Pero jamás lo imaginé escritor, de ahí que una novela suya sea una revelación para mí.
Mediante un grupo de sucesos reales y otros ficticios, que tuvieron lugar entre octubre de 1962 y febrero de 2007, Santana y Reyes tejen a cuatro manos una trepidante historia que mantiene el pulso y atrapa el interés del lector durante toda la lectura, que se dice fácil, pero no lo es. No estoy seguro si la novela debería catalogarse como novela histórica porque el periodo en que transcurre la trama es relativamente reciente. No obstante, cumple con varios de los siete rasgos más característicos de ese género, según wikipedia:
- Sentido histórico de la época
- Revitalización del pasado con una proyección pretendidamente realista
- Carácter popular, entendido como el reflejo de la realidad social y los grupos que la forman
- Preferencia por personajes cuya individualidad refleja un carácter medio o típico
- Aplicación al presente al día de hoy
- Incidencia del anacronismo que sea preciso
- Condición crítica constitutiva del género, toda vez que encierra un conflicto entre historia y ficción, que conduce a una nueva forma de novela, la novela realista, encarnada según Lukács en Honoré Balzac.
En detrimento de la novela he de decir que adolece de cierta rigurosidad literaria, sobre todo en el estilo, y que la corrección que realizó la editorial o quien quiera que estuviese a cargo de esa tarea, si es que se hizo tal cosa, fue algo superficial y sin ninguna seriedad. Es por ello que tropezamos con erratas, reiteraciones, aliteraciones innecesarias y anglicismos que, de haber sometido el texto a un trabajo serio de corrección, podrían haber desaparecido y la novela hubiese terminado con el brillo que merece una historia como esa.
Señores editores, que no todo es corregir algunas tildes, cobrar y mandar a imprimir. Hay que trabajar un poco más y con mayor seriedad, que los lectores y escritores no somos idiotas.
Fuera como fuese y dejando de lado el mal trabajo de terceros, Isla de la juventud pinos es una historia que encierra una aventura excepcional y que, sin que me quepa la más mínima duda, es también una forma de venganza frente a una dictadura militar que ha cobrado muchas vidas, sueños y ganas de vivir. Es por esto que, al concluir su lectura, cerré el libro con una sonrisa de satisfacción. A todos nos hubiese encantado que los sucesos con que culmina esa historia hubiesen sido reales, al menos así nosotros, los cubanos, estaríamos seguros de no habernos «quedao dao».
Pero, ¿Quién quita que no haya sucedido como lo cuentan los autores? Después de todo, la magia de la ficción está en que el lector jamás sabrá si lo que lee es del todo cierto o no lo es en absoluto.