Lecturas de abril

Abril me trajo libros muy peculiares, algunos algo difíciles de comentar y otros no tanto.

Fueron cuatro los ejemplares que durante este mes sumé a mi biblioteca:

La novela del sueco Mankell es un verdadero thriller que cuenta con todas las características propias del género. Además, presenta matices propios de la literatura escandinava que no podrían pasársele por alto al lector observador. Con una trama compleja y muy bien narrada en 235 páginas, el escritor nos presenta al inspector Wallander (demasiado estereotipado, he de apostillar), quien deberá resolver un doble asesinato que ha dejado como única pista la última palabra pronunciada por una de las víctimas “extranjero”. Una buena novela policiaca que cubre problemas sociales presentes en casi cualquier sociedad del mundo moderno.

Por su parte, Yo, Julia, que le mereció a su autor el premio Planeta 2018, es una delicia de novela histórica.704 páginas impresas o 24 horas y 59 minutos de lectura en audiobook, que cualquier amante del genero disfrutará desde la primera estrofa hasta las notas históricas con que culmina este extenso, pero magnífico libro. Julia Domna, la mujer de origen sirio que alguna vez existió, y tal vez, “gobernó” el imperio romano, convirtiéndose en la más poderosa todas las augustas que existieron antes y existirían después de ella, se presenta de forma muy convincente en esta novela que narra su ascenso al poder durante años de rebelión y gran violencia. Una historia fascinante, épica, cautivadora. Un personaje admirable. Una novela recomendable.

Nada es considerada por algunos como una obra que merece ocupar su lugar como una de las mejores novelas europeas del siglo XX. No obstante, debo decir que me ha resultado un pelín densa, sobre todo el principio. Más tarde he conseguido tomarle el pulso e interesarme más por la historia. Sin embargo, ha sido uno de esos libros que me ha tomado más tiempo de lo habitual, y no conseguí terminarlo en abril. Por ello, hablaremos de esta novela en mayo, que es cuando con seguridad lo terminaré.

Por ultimo tenemos Yo, emperador, de Alejandro Lámbarry. Esta es una novela peculiar: escrita (desafortunadamente) en segunda persona, se convierte en un reto o un riesgo porque casi siempre el “sonido” de la prosa distorsiona demasiado cuando se elige un narrador en segunda persona. A título personal creo que comunicar de esa manera es un error en el uso del lenguaje. O sea, hablar de uno mismo como si se tratase de otra persona (…Fuiste a la casa de tu madre porque querías verla antes de irte del país. Estabas preocupado por la manera en que reaccionaría. Tu madre, en cambio, te dio un beso en la mejilla y te deseó suerte…) Una manera horrible de hablar cuando en ese ejemplo “tu” eres tú mismo.

Es cierto que otros autores han escrito grandes obras utilizando el narrador en segunda persona. Carlos Fuentes, por ejemplo. Pero este no es el caso.

A pesar de ello, la novela está bien narrada y el estilo es limpio. La historia no me cautivó demasiado, a pesar del esfuerzo del autor por representar las luchas internas del ser humano a través de la práctica de un absurdo deporte, y el guiño a la historia de los emperadores romanos no tiene mayor relevancia para mí. Como lectura rápida de una novela más o menos entretenida, está bien.

Pero no olviden que todo esto no es más que impresiones personales sobre mis lecturas. No tomen nunca a pie juntillas lo que aquí escribo. Mejor fórmense su propio criterio y lean estos y otros libros, lean mucho, lean con ansias. Luego, tal vez, se animen a compartir su experiencia conmigo y con el resto de los lectores de Media Rueda.

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